De nuevo es 1 de Mayo, ¿y ahora qué?

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​En este día donde celebramos los logros en nuestros derechos sobre el trabajo que nos da sustento y sentido como profesionales empleados por cuenta ajena, hemos querido enfocar tres aspectos que nos parecen cruciales para entender nuestro futuro laboral probable en las TIC a corto, medio y largo plazo.

Son tres temáticas que consideramos que serán de actualidad, en especial en nuestro país:

  1. La crisis de valores del propio trabajo y su remuneración basada en el “patrón-hora”.
  2. Los efectos colaterales de la “gran renuncia” de EEUU en España y Europa.
  3. Las experiencias en la semana de 4 días, como complemento directo al trabajo remoto.

1.- Hacia una crisis del contrato basado en el trabajo/hora

Al igual que sucedió en la revolución industrial en las TIC estamos al borde de enfrentar graves problemas de valores. Que se nos remunere en función del tiempo no deja de ser un “patrón-hora” que, al igual que el patrón-oro monetario del papel moneda, ya no se sostiene como forma adecuada de remunerar el valor real que aportamos mediante
nuestro contrato laboral. Ignorar el valor real aportado en nuestra remuneración es un gran error que causa que sólo se nos compense las horas que se emplearon en la creación de un valor dado, pero no por los reiterados beneficios que obtiene la empresa en su reutilización comercial.

Sociolaboralmente la situación se agrava cuando la “digitalización empresarial” aplica la inteligencia artificial para la automatización de “procesos manuales”. El “ahorro en tiempo laboral” parece beneficiar sólo a la cuenta de resultados de quien lo vende y a la de las empresas que los usan, dejando sin salida a quienes se tornan en “perfiles obsoletos” al invalidar lo que antes era un digno medio de vida. 

Cuestionamos pues la remuneración de nuestros contratos en función del tiempo, en vez de por nuestra disponibilidad y el beneficio aportado en presente y futuro.
Así mismo la situación del empleo precisará de un golpe de timón en lo social y legislativo, ya que no se puede acusar a una persona, que ha desempeñado fielmente sus tareas, de no seguir siendo “capaz” por culpa de una perversa versión humano-laboral de la “obsolescencia programada”.
Solemos temer un futuro con “Terminators” acabando con la sociedad, pero la realidad es que ya están aquí los algoritmos capaces de acabar con la paz sociolaboral en muchos sectores. 

Es quizás ya el momento de denunciar el injusto abuso de la apropiación intelectual ilimitada, por no llamarla «esclavitud intelectual”, perpetrada mediante el robo descarado del beneficio a futuro de tus labores. Imaginad que a  un escritor dado sólo se le pagase por el tiempo en que redacta un libro, y no viese un céntimo de la venta de los  miles de ejemplares futuros. Sí, eso existe en la industria literaria bajo el poco afortunado nombre de “escritor negro”.

Por tanto el patrón-hora debiera ser sustituido por el patrón-valor, que parta de un mínimo pactado por tu disponibilidad, y crezca con el valor real contable y/o social (que no el actual mérito abstracto) que tu trabajo produzca a quienes obtienen los beneficios. Ese “dividendo laboral” equipararía a las personas accionistas con las trabajadoras, unos invierten su tiempo y otros su dinero, que acaba siendo lo mismo.

2.- La «gran renuncia»​ de EEUU, ¿llegará a España?

Según Raquel Quelart de La Vanguardia «El año pasado 30.000 personas en España decidieron de manera voluntaria renunciar a su empleo. Una cifra que aunque está a años luz de los más de 4 millones de trabajadores que en Estados Unidos dan este paso cada mesfenómeno bautizado como «la gran renuncia» podría ir en aumento a media que se vaya recuperando el mercado laboral. Así se desprende de un estudio de Infojobs que recoge la intención del 27% de los trabajadores de abandonar su puesto de trabajo este año en España».

¿DE QUÉ TRATA ESTA FUGA LABORAL?

La salud mental es la razón que más pesa entre los que se plantean renunciar a su empleo, hay cientos de razones en ese campo que es el origen del, así llamado, «burnout» (que no es otra cosa que estar quemado por las condiciones de trabajo), pero las razones que subyacen parecen ser otras.

Y es que, aunque el empleo parece recuperarse en España, se está produciendo en la rampa hacia la normalidad un cambio de mentalidad en lo que se refiere a las prioridades de las personas trabajadoras, la pandemia lo ha cambiado todo. Tras vivir más de un año con millones de personas «obligadas» a teletrabajar, se ha percibido dicha modalidad como una indudable mejora para la conciliación familiar con su flexibilidad laboral. Nosotros añadiríamos que ha supuesto una accidentalidad en tránsito nula, mas una reducción del gasto en transportes y de la huella de carbono nunca vista.

Sin embargo parece que el fenómeno va más allá, cuestionando la propia naturaleza de las fórmulas del empleo y las razones para soportar o no la presión laboral que las empresas venían ejerciendo de diversas formas. Es en EEUU donde el cambio de paradigma se hizo más evidente, pero también en Europa ha calado el cuestionamiento sobre lo que nos mantenía unidos a ciertas empresas. Se ha puesto en tela de juicio si aún sigue siendo válida la supuesta estabilidad laboral, o su escasa oferta de poder adquisitivo como compensación por nuestro único tiempo vital.

Y es que, más allá del teletrabajo y el cambio de prioridades que ello supone, los míseros sueldos y el agotamiento que ha supuesto la pandemia han hecho cuestionar el propio sentido del esfuerzo en nuestras carreras profesionales y su sentido vital. En otras palabras: ¿Vale la pena destinar tantos años de esfuerzo a un futuro de pensiones inciertas y una calidad de vida cuestionable? ¿No sería más lógico contener nuestras artificiales necesidades de consumo y destinar nuestro tiempo a la vida misma y nuestra felicidad familiar? Ese es el germen americano de la gran renuncia.

Por otra parte, la antigua máxima de que un buen perfil profesional proporcionaba estabilidad, seguridad y felicidad “a la japonesa” se resquebrajó hace años, y parece cada vez más atractivo un nuevo balance del tiempo laboral/personal.

Si nos apartamos de las ciudades y optamos por zonas de menor coste, con trabajos presenciales más humildes, o los basados en el teletrabajo, resulta un mejor saldo para subsistir y vivir en plenitud nuestra limitada existencia. Y esta no es una propuesta para formar colectivos de ermitaños laborales como algunos suponen, sino muy al contrario, de recuperar las comunidades locales y la cooperación mutua como caldo de cultivo para el bienestar.

En algunas zonas de China los ayuntamientos proporcionaron espacios laborales temporales para que las empresas ubicaran allí a sus tele-trabajadoras, limitando así al mínimo los desplazamientos en pandemia (recordemos que China tiene el peor problema de contaminación ambiental del planeta). La fórmula ofrece un grado de conciliación familiar perfecto, algo capital en una sociedad donde la familia es el verdadero pilar del bienestar de la infancia y la tercera edad. Ha sido tal el éxito, que ahora casi nadie quiere volver atrás.

La pandemia nos ha revelado que Occidente se había olvidado de algo por el camino: de vivir.

3.- La semana de 4 días, ¿es la solución definitiva al paro?

Sabemos de las experiencias en este campo, que son calificadas como el capricho de alguna organización izquierdista. Lo cierto es que sólo se trata de una redistribución del trabajo basado en el patrón-hora, que además de ser cada vez más escaso y práctico, provoca un problema social injusto donde hacer valer tu existencia cada vez tiene menos espacio real, de ahí el acusado paro laboral.

Si pensamos en los derechos sociales, la vía de escape que representa la “renta mínima vital” (que no la de inserción laboral, o RAI) parece la única solución viable a largo plazo con una oferta laboral que será cada vez más pequeña en una población creciente y envejecida. Pero, en su lugar, ¿no parece más lógica una redistribución del trabajo para hacer posible dicho derecho a la subsistencia a un mayor número de personas?.

Por lo anterior se estudia implantar una semana laboral de 4 días y 32 horas. En España, la media de horas trabajadas a la semana actualmente es de 36, con un máximo anual de 1860 y 27 minutos, nuestros convenios hablan de algo menos, entre 1780 y 1800.

En clave nacional, lo que se conseguiría al redistribuir hasta ese 20% del mercado laboral con la semana de 4 días, es crear el tiempo laboral para más de 3 millones de empleos, nada menos que una cifra que se acercaría, o conseguiría, el quizás utópico pleno empleo.

Además el estrés se reduce librando 3 días. Y si baja el estrés, sube la salud y la sanidad ahorra al reducir ese absentismo y el causado en los accidentes “in itinere”, al igual que lo hizo el trabajo remoto o teletrabajo en la pandemia.

Finalmente se ahorra energía en los contaminantes transportes y aumenta la conciliación familiar/laboral. Algo que, complementado con jornadas híbridas presenciales y remotas por teletrabajo, acaba de cerrar un círculo de soluciones para el futuro que se nos presentará tras la reciente crisis entre Rusia y la OTAN, Así que, 4 es mejor que 5!

¡Feliz día, feliz carrera y feliz vida!