La perversión de la «Clase Media»

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El término “clases” para  identificar o situar en una escala o conjunto a los miembros de una población proviene del periodo de la revolución industrial y del nacimiento del Comunismo. Aunque la teoría Marxista nunca acabó de concretar un “teoría de clases”, sí acuñó una serie de términos que calificaban a las personas en función de su relación con los medios de producción. Así pues, nos encontramos con 2 grandes grupos:

  • La clase Obrera, o Trabajadora, que cambia su fuerza de trabajo por un salario y que no es propietaria de los medios de producción.
  • La clase Capitalista, que es la propietaria de los medios de producción. Esta clase incluye a los propietarios de las industrias y a los terratenientes propietarios de la tierra.

Aunque históricamente el término clase obrera se refería principalmente al trabajador industrial, también engloba al campesinado que no es propietario de la tierra que trabaja.

Existe una tercera clase que correspondería a la de los artesanos, pequeños campesinos, pequeños fabricantes, profesionales de servicios (médicos, abogados, notarios, etc…), que son propietarios de los medios, pero su volumen de producción no les permite tener obreros.  A esta tercera clase Marx la denomina “Clase Media”. Este es uno de los orígenes de la futura perversión del término.

Antes de continuar, hay que entender que estas clasificaciones se producen en un momento histórico en el que el denominado Sector Servicios constituye un porcentaje muy bajo del entramado productivo.

Entremos ahora en otro criterio de clasificación usado también a partir de que empiezan a crearse teorías económicas.  Este se basa en el poder económico, o mejor dicho en el poder adquisitivo, con el que cuentan los individuos. Teniendo en cuenta que, a mayor poder adquisitivo mayor posición se ocupa en la escala social, la clasificación que se realiza es en tres niveles o clases, que reciben los nombre de clase Baja, Media y Alta. Estas tres clases llevan asociado un cierto nivel de calidad de vida, entendiendo ésta como que mayor calidad de vida implica una disminución del tiempo que se dedica al trabajo, un incremento del tiempo de ocio y una mayor capacidad de adquisición o disfrute de bienes de consumo que hacen más placentero ese tiempo de ocio. Así mismo, también implica un mayor acceso a la educación y un mayor nivel cultural.

Puesto que, habitualmente las clases medias productivas cuentan con un mayor poder adquisitivo que las clases obreras y, por lo tanto, acostumbran a pertenecer a la clase media económica se produce una equiparación de ambos términos. De igual forma, en los siglos XIX y XX, que es cuando se acuñan estos términos, el poder adquisitivo de clase obrera es bajo, por lo que esa misma equiparación se produce entre los términos clase obrera con clase baja y el de capitalista o terrateniente con clase alta.

Es inevitable entonces que, puesto que pertenecer a la clase obrera implica una clase baja económica y, por lo tanto, una mala calidad de vida, se perciba la pertenencia a la clase obrera como algo malo.

A pesar de ello desde finales del siglo XIX y hasta pasada la mitad del siglo XX, se produce por parte de la clase obrera la llamada toma de “conciencia de clase”.  Esta se reduce, simple y llanamente,  a darse cuenta de que, por mucho que los medios de producción estén en manos de la clase capitalista, sin la clase obrera esos medios no producen. Si esos medios no producen, no generan beneficios, y por lo tanto la clase capitalista deja de tener ingresos que les permitan mantener su nivel económico. No solamente eso, también ocurre que cuanto mejor pagada esté la clase obrera, eso redunda en un mayor poder adquisitivo y, por lo tanto, en una mayor adquisición de bienes de consumo, lo que implica mayores beneficios para la clase capitalista por el aumento de ventas que ello conlleva. Por lo tanto, la relación entre clase capitalista y clase obrera, lejos de ser una especie de “favor” que una le hace a la otra (y esa ha sido una opinión generalizada de la clase capitalista a lo largo de la historia), es una relación simbiótica: sin una clase obrera que produzca y consuma, la clase capitalista no puede existir.

La toma de esta conciencia de clase desemboca en una unidad de acción que a lo largo de casi 100 años de lucha obrera desemboca en una mejora progresiva de las condiciones de trabajo. La consecuencia directa de eso es que, especialmente en el mundo desarrollado, la clase obrera, sobre todo en la industria, deje de pertenecer a la clase baja económica y pase a pertenecer mayoritariamente a la clase media económica.

Paralelamente a estos cambios, se produce una segunda revolución en el trabajo, y es que se genera un aumento considerable en el tejido productivo del llamado sector Servicios. Este sector, a diferencia de los otros, que producen bienes tangibles (comida, vivienda, electrodomésticos, coches, etc..) produce bienes intangibles (servicios administrativos, bancarios, lúdicos, sanitarios, etc..) por lo que el tipo de trabajo pasa de ser un trabajo físico en el que hay que “ensuciarse las manos”,  a un trabajo intelectual, que se desarrolla desde una silla y que requiere una mayor formación por parte del trabajador.  El poder pasar de un tipo de trabajo a otro, también es percibido como una mejora de la calidad de vida del trabajador.  Como, además acostumbran a ser trabajos mejor retribuidos, también se produce una asimilación del trabajador asalariado del sector servicios con la clase media económica.

Con esto ya tenemos sentada las bases para la perversión  del concepto “Clase Media”  y la pérdida de conciencia de clase que se va a producir a partir de la segunda mitad del siglo XX.

A partir del final de la Segunda Guerra mundial se produce una globalización de la economía sin precedentes en los siglos anteriores. La mejora en la velocidad de los transportes y las comunicaciones hace que las empresas amplíen sus mercados, que son cada vez menos locales, para pasar a ser globales. Eso hace aumentar la competencia e implica que para mantener los beneficios las empresas deben reducir los costes.

La reducción de costes se obtiene por una parte abaratando la materia prima a base de explotar a los productores del 3er mundo. Sin embargo, hay una parte de la materia prima que no proviene del 3er mundo, si no de los productores del primero. Además, el cada vez mayor peso del sector servicios en la economía, hace que no haya materia prima que abaratar.  Por lo tanto, el abaratamiento de costes tiene que hacerse forzosamente abaratando los costes salariales: los trabajadores deben trabajar más y por menos dinero (*).  Pero para conseguir eso es necesario hacer retroceder los derechos laborales conseguidos y el principal obstáculo para conseguir ese retroceso es la unidad de acción de la clase obrera que se deriva de su toma de “conciencia de clase”.  Se hace imprescindible romper la “conciencia de clase” para romper la unidad de acción.

Con ese fin, desde los años 70 del siglo XX empieza a producirse un bombardeo continuo desde todos los medios de comunicación y desde las principales teorías económicas y sociales publicadas, fomentando básicamente 2 ideas:

1) La Clase Media económica no es Clase Obrera.  La Clase Obrera es solamente la Clase Baja económica. Por lo tanto la lucha obrera le corresponde únicamente a la Clase Baja que es la que tiene que mejorar sus condiciones. La Clase Media no necesita luchar porque sus condiciones ya son buenas.  No solamente eso, también se fomenta la idea de que el obrero trabaja con las manos y, consecuencia de ello, los trabajadores que realizan trabajo intelectual no son obreros.

2) El éxito personal se mide por el dinero que tienes y los bienes de consumo que eres capaz de adquirir.   Por lo tanto, el éxito personal va ligado a que la persona escale posiciones en la escala económica. Si es Clase Baja que pase a Media-baja, si es Media-baja que pase a la Media-alta, si es Media-alta  que pase a la Alta.  Y esa lucha es personal e individual y no importan los medios que se sigan para alcanzar el éxito.

Desgraciadamente el nivel de implantación alcanzado de esas dos ideas en los trabajadores pone los pelos de punta.

Poniendo como ejemplo el sector TIC:

  • ¿Cuántos trabajadores del sector se consideran clase obrera?
  • ¿Cuántos piensan que por trabajar con traje y hacer trabajo intelectual están en una clase laboral superior a, por ejemplo, un mecánico que tiene que estar todo el día ensuciándose las manos?
  • ¿Cuántos piensan que por  haber alcanzado una clasificación profesional de jefe de proyecto, gerente o director no son obreros, mientras que un programador si lo es?
  • ¿Cuántos piensan que el éxito personal es mayor si está en una plantilla que tiene sueldos bajos y su sueldo es muy superior al resto, y no lo es tanto si pertenece a una plantilla en la que no hay tantas diferencias salariales, pero todo el mundo está bien pagado?
  • ¿Cuántos piensan que por hacer trabajo de gestión en categorías profesionales superiores, están por encima de los que tiene que programar en las categorías inferiores?
  • ¿Cuántos piensan que por haber conseguido un cierto estatus económico ya son Clase Media y ya no son Clase Obrera?
  • ¿Cuántos piensan que cuando se les empeoran las condiciones a  un determinado colectivo al que él no pertenece la cosa no va con él?

Lo que debe entender la gente que piensa así es que le han engañado y le están mezclando dos criterios diferentes de clasificación en la misma escala. El concepto “Clase Media” que no paran de repetir los medios de comunicación, se refiere a una escala económica y se ha pervertido usándolo en una escala de clasificación laboral/social a la que no pertenece.

La realidad es que, por muy alto cargo o ingresos que se tengan, si no eres el propietario de la empresa eres un OBRERO,  bien pagado (o mejor pagado que otros), pero un obrero al fin y al cabo.

  • Que por el hecho de que en tu trabajo no te ensucies las manos, no dejas de ser obrero.
  • Que mientras seas un obrero, en el mundo actual estás a merced de la clase capitalista, y que por muy bien que hagas tu trabajo y por mucho que te paguen, si la clase capitalista  te despide, pierdes esa clase económica.
  • Que ese nivel económico que tú tomabas como un éxito personal no lo es, y si lo has alcanzado es porque una parte se ha conseguido con la lucha obrera, y la otra parte lo has conseguido porque a la clase capitalista le ha reportado beneficios permitir que lo alcanzaras, y va a dejar que te mantengas en él siempre y cuando le sigas suponiendo beneficios.
  • Que la lucha individual no llega a ningún sitio concluyente, y que la única forma de ayudarte a ti mismo a mejorar tu clase económica (o a no perder la que tienes ) es luchar junto al resto de los obreros para mejorar las condiciones laborales y derechos del conjunto, o impedir que les empeoren las que tienen, porque el día que los empresarios quieran tocarte las tuyas, a lo mejor se lo piensan dos veces antes, y si no se lo piensan vas a necesitar el apoyo del resto de los obreros para que no te las cambien.

En definitiva, que lo que hay que entender es:

  • Que, hagas el trabajo que hagas, mientras seas un trabajador asalariado, eres Clase Obrera, por muy bueno que sea el salario que cobres, y por muy alto esté el cargo que ocupas.
  • Que el mal llamado éxito personal no vale nada si las condiciones del resto de miembros de tu clase son malas.
  • Que las únicas mejoras que pueden considerarse un éxito real son las mejoras que afectan a todo el conjunto.

Entender esto es lo que se llamaconciencia de clase”.

(*) (Estos planteamientos, llevados al extremo, conducen al propio colapso del sistema capitalista, pero esa reflexión daría para otro extenso artículo)